"Todos somos genios, pero si le pides a un pez que trepe a un árbol pasará su vida sintiéndose estúpido".
Albert Einstein

7 de mayo de 2009

EN BUSCA DE EVIDENCIAS EMPÍRICAS

Cuando se trata de ofrecer un diagnóstico de la problemática observada, la gran pretensión es la de afinar lo máximo posible para poder decir si estamos o no delante de un déficit de atención con más o menos hiperactividad y el subtipo concreto del que se trata.

Los datos directos y principales con los que contamos son las conductas que se manifiestan tanto en el entorno familiar como en el escolar. Estas conductas observadas que son interpretadas por padres y maestros, están supeditadas a una serie de factores que pueden llegar a distorsionar la realidad: objetividad, sentimientos y emociones, formación concreta o desconocimiento sobre el tema, entorno familiar desestructurado, estrategias inadecuadas en el aula, y un largo etcétera.

Es así que, en ocasiones, es bajo el grado de fiabilidad de los resultados que arrojan los cuestionarios y escalas tradicionales que se aplican a padres y a docentes (conners, edah, ...). Incluso también ocurre que la valoración dada desde la escuela no coincide con el diagnóstico final emitido desde la parcela clínica.
Esto último lo podemos ver claramente cuando en determinados informes escolares se habla de desmotivación, apatía, desgana, despiste, desorganización, malos hábitos de casa, ... y lo que se está definiendo es un caso de déficit de atención que pasa desapercibido ante los ojos de los docentes.

¿Hay algún tipo de prueba médica que aporte datos empíricos y que ayude al diagnóstico?
Desde hace algunos años se están utilizando la resonancia magnética y el electroencefalograma cuantificado.
La resonancia magnética nos informa acerca de la estructura del cerebro y si existe algún tipo de alteración en el mismo.
El electroencefalograma cuantificado y el estudio de los potenciales evocados nos aporta información sobre si lhay alguna disfunción en los impulsos eléctricos que se generan entre las neuronas de determinadas zonas del cerebro, lo que nos indica si se ve afectado el procesamiento de la información y la memoria de trabajo del individuo, entre otros.

Mejor cuanto más datos tengamos a nuestra disposición para elaborar un diagnóstico adecuado y objetivo, así como a encaminar las actuaciones de todas las personas y profesionales que intervienen en la terapia.